Pero fue en la mezquita de Nurosmaniye donde la adaptación otomana del barroco alcanzó su apogeo. Su cúpula está sostenida por cuatro tímpanos entre arcos, que definen la planta cuadrada del edificio con numerosas ventanas. El patio es único: tiene forma semielíptica, por lo que la estructura está siempre en el foco visual. Nurosmaniye también se distingue por un nuevo tipo de capiteles, que remiten al orden corintio y constituyen un rasgo característico del barroco otomano.
El investigador opina: “Que el estilo fuera asimilado con tanto éxito en la cultura visual existente del imperio desmiente la idea de que el estilo barroco era el coto de civilización de la Europa cristiana (y aún menos católica) y sus colonias”. En realidad, concluye el autor, “su amplio alcance y atractivo estuvo impulsado principalmente por nociones más generales de grandeza, prosperidad y autoridad”.